Arruinar una dieta se puede hacer en solo horas. Cuando armamos un plan de alimentación para bajar de peso, el objetivo nos puede llevar meses concretarlo mientras que tirar todo por la borda puede ser en cuestión de un día.
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Cuándo elaboramos una dieta para beneficiar el funcionamiento del organismo, solemos prestar especial atención a todo aquello que ingresa a nuestro cuerpo en estado sólido, olvidando las calorías líquidas que suelen pasar desapercibidas y cómo lo que bebes puede estar estropeando tu dieta y tu salud.
Estas calorías líquidas, o derivadas de alimentos y preparaciones de consistencia líquida, ingresan muy fácil a nuestro cuerpo y alcanzan el torrente sanguíneo sin demandar mayor esfuerzo por parte del organismo, pasando muchas veces por eso, desapercibidas.
Por esta razón las calorías en estado líquido, o las propias de las bebidas, son las más peligrosas y pueden ser la causa de una dieta de mala calidad y de un mayor riesgo de sufrir enfermedades o problemas de salud. Con el objetivo de cuidar la calidad de nuestra, se aconseja escoger agua como bebida principal o en su defecto, agua con gas o aguas saborizada naturalmente y de forma suave, sin azúcares libres o añadidos.
Un refresco azucarado o un zumo de fruta pueden contener alrededor de 100 calorías por cada 250 ml, siendo las mismas derivadas de azúcares libres o de fácil asimilación en nuestro organismo. Respecto a las bebidas alcohólicas, pueden aportar calorías en cantidades variables derivadas del etanol que en nada beneficia al organismo sino todo lo contrario; ofreciendo por ejemplo 85 kcal por caña en el caso de la cerveza o alrededor de 600 a 800 calorías por ración en el caso de algunos cócteles.