La digestión es un proceso que vivimos de manera interna pero que debe pasar desapercibido por completo. Si notamos que nuestro cuerpo está digiriendo lo que acabamos de comer, que el proceso de digestión es lento y produce malestar, es que hay algo que no estamos haciendo bien en nuestra alimentación y nuestros hábitos.
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Según destaca la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) es necesario elegir bien los alimentos y bebidas que conforman nuestras comidas, atender a las cantidades, masticar de la forma adecuada o realizar deporte, para ayudar a mejorar la digestión. Pero habría que evitar estos errores:
No excederse con las grasas. Los alimentos ricos en grasas (como los embutidos, los quesos curados y las carnes rojas) hacen que la digestión sea muy lenta, ya que las grasas estimulan la secreción de hormonas y hacen más lento el vaciado gástrico. Al igual sucede con las comidas copiosas, a mayor cantidad de comida en el estómago, más lento será el proceso digestivo.
Evitar los refrescos y el alcohol. Consumir estas bebidas producen más secreción de jugos gástricos y pueden comportar irritación e inflamación de las mucosas del sistema digestivo. Por su parte, la ingesta de alcohol, con su gran cantidad de, pueden causar reflujo gástrico, acidez e hinchazón, y empeorando nuestras digestiones.
Comer muy rápido. El proceso de digestión comienza en la boca al masticar los alimentos, es clave triturar lentamente para que al estómago no le cueste trabajo digerirlos. Una de las consecuencias de no masticar bien los alimentos es que el estómago debe esforzarse más para procesarlos y la digestión se vuelve lenta y pesada. Comer rápido puede provocar una aerofagia, un fenómeno fisiológico que surge por la ingesta excesiva de aire y provoca hinchazón, eructos, gases e incluso dolor, en casos más graves.
No tomar fruta después de comer. No son ciertos los mitos que dicen que tomar fruta después de comer provoque daños digestivos por la fermentación de los azúcares. Los azúcares no fermentan en el estómago, a no ser que tengas un problema de salud diagnosticado, que entonces requeriría de un tratamiento específico.
No bañarse después de comer. Por todos es sabido, y más en verano, que de pequeños nos decían que teníamos que esperar para bañarnos después de comer. Bañarse después de una comida no tiene por qué ser peligroso si dejamos que el cuerpo se acostumbre poco a poco a la temperatura y no hacemos demasiado esfuerzo físico. Hay que meterse despacio en el agua para que nuestro cuerpo no sufra un shock.