Antes de mencionar las tres claves para saber diferenciar las cerezas de las picotas, es importante destacar que ambas presentan propiedades beneficiosas para el cuerpo. Estas frutas son depurativas, diuréticas y contienen poderosos antioxidantes. Al consumirlas frescas, aportan hidratos de carbono (azúcares como la fructosa y glucosa); fibra para favorecer la salud intestinal; vitaminas A y C; y potasio.
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Las cerezas y las picotas no se venden a precios iguales y la diferencia en el costo es porque presentan características distintas. Una de las claves para reconocer cuál es cuál, es el tamaño y el color. Las primeras mencionadas son rojas, con piel más clara, y son más grandes (2 cm de promedio) que las segundas. Estas últimas son pequeñas y más oscuras, son poseedoras de una tonalidad entre púrpura y granate.
Otra de las claves para diferenciarlas es el cabito. Las picotas se recolectan y dejan su pedúnculo en la planta naturalmente. De hecho, el hoyo que queda en la fruta se “cicatriza” rápidamente, haciendo que no pierda sus jugos ni su textura característica. Algo contrario sucede con las cerezas, que sí se cosechan con su cabo y si esten se arranca, se puede echar a perder.
Otro de los factores que debes tener en cuenta para reconocer una picota y diferenciarla de una cereza, viene de la mano del pipo o semilla que contienen. El de la primera mencionada es más grande en relación a su pulpa. La segunda tiene uno más pequeño, por eso se percibe más carnosa. También el sabor es clave, una es más dulce que la otra y menos ácida.
La picota tiene su origen en el Valle del Jerte y es una especie de cereza mucho más dulce, con pulpa crujiente y menos ácida. Es por eso que se puede adquirir por un precio más elevado, su calidad resulta superior en relación a otras frutas y su maduración es más tardía. Hasta finales de agosto se puede conseguir este alimento tan nutritivo y delicioso.