Si hay un alimento destacado en la gastronomía de nuestro país es la patata. Y es que este vegetal noble que se puede disfrutar con cualquier tipo de cocción y sobre todo en las tortillas, se puede combinar con casi cualquier otro alimento de forma sencilla, sacándonos de apuro siempre.
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Las patatas son las protagonistas de miles de recetas y la mayoría son económicas. Ya sea como plato principal, como guarnición, como snack o como parte fundamental de los picoteos, este alimento se puede cocinar a la barbacoa, en tortilla, frito, relleno o hervido. Y si bien es demonizada frente a otras comidas por su contenido de hidratos de carbono, también aporta potasio.
La ventaja de las patatas al comprarlas en cualquier feria de barrio, es que se pueden conservar por varios días y no se echan a perder. Claro que esto ocurre por la protección que brinda la cáscara con respecto al interior o pulpa del vegetal. Pero a la hora de pelarlas y conservarlas en óptimo estado, la historia cambia.
Al iniciar una receta con gran cantidad de patata, suele pasar que al pelar la última unidad nos encontramos con que se han tornado oscuras, marrones o grises. Lo que sucede cada vez que pelamos estos vegetales es que se oxidan. El oxígeno es el responsable de que cambie el color del alimento, al entrar en contacto con algunas enzimas.
Si transcurre mucho tiempo entre el acto de pelar las patatas y la cocción, es probable que se vuelvan negras. El truco para evitar esta oxidación rápida es colocarlas en un recipiente, sumergidas en agua. De esta forma, el líquido funcionará como aislante del aire. Lo único desfavorable de este método es que pueden absorber un poco de agua. Pero también se puede usar zumo de limón o vinagre para evitar que cambien de color.