La sandía es uno de los frutos más elegidos por los más pequeños. Su sabor dulce y gran proporción de líquido, lo hace como muy especial. Lo que si, quizás no hayas reparado en ¿cuál fue la última vez que viste una sandía con pepitas? Basta darse una vuelta por cualquier frutería para comprobar que esta variedad ha desaparecido casi por completo.
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¿Pero qué ha ocurrido? Lo cierto es que la sandía sin pepitas no tiene nada de novedosa. Este híbrido se empezó a cultivar en Japón en 1939, como resultado de cruzar dos sandías cuyo juego de cromosomas es incompatible –un proceso que explica de lujo Miguel Ángel Lurueña en su blog Gominolas de petróleo–, pero no ha sido hasta los últimos años cuando esta variedad se ha asentado en España, hasta llegar a suplantar casi por completo a la sandía convencional.
Esta particularidad lo confirma Cristobal Jiménez, presidente de la Interprofesional de la sandía y melón de Castilla-La Mancha, que asegura que la sandía con pepitas ya ni siquiera cotiza en el mercado: “Se ha dejado de sembrar porque la gente no tira de ella. No hay más motivo que el netamente práctico y comercial. La gente no quiere pepitas”.
Lo que sin duda no debe preocuparnos es la seguridad de estos nuevos híbridos de sandía, tanto para nuestra salud como para la del planeta. “A nivel de salud, desde luego que no hay ningún problema, pero a nivel de biodiversidad, tampoco”, concluye Lurueña.
Si, en cualquier caso, amas la sandía con pepitas, no hace falta que escribas su obituario. Esta sandía está muerta a nivel comercial, pero nunca desaparecerá por completo, básicamente, porque como explica Góngora se sigue necesitando para polinizar a la sandía sin pepitas, que es esteril. Esto si no se vuelve a plantar cuando se pongan de moda sus semillas como supuesto supearlimento. Tiempo al tiempo.