HISTORIA

Así ha evolucionado la tarea de lavar platos a lo largo de la historia

Lavar los platos ha sido una tarea que no siempre ha estado bien vista.

Lavar platos historia.Lavar platos historia. Fuente: Archivo Gastrolab
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Cuando uno llega a un restaurante o a un bar lo primero con lo que se encuentra es con la presentación de la mesa, vasos, platos, cubertería y demás pieza de la vajilla ya puesta y cuando uno termina de comer, se va y listo, son otros los que lavan los platos. En casa, es otra historia, hay muchos utensilios de cocina que lavar a diario, y no para todo el mundo es una tarea grata.

En un restaurante los encargados de esta tarea son los picas o friegaplatos. Ellos se encargan de que los platos y la cubertería estén impecables para cada servicio. El oficio de lavar platos ha ido evolucionando a lo largo de la historia más de lo que se puede llegar a creer y el jabón no siempre ha estado presente en al historia .

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Los romanos conocían lo que era el jabón gracias a un mítico monte Sapo, donde fluía agua jabonosa cuando llovía, debido a las cenizas de los animales que incineraban para los dioses. Pero no hay constancia de que ellos hicieran jabón, ya que se necesita más grasa para hacerlo. Sin embargo, babilonios, fenicios y cartagineses sí habrían conocido la técnica de mezclar las cenizas de madera que contenían potasa con aceites o grasas para conseguir jabón.

Pero no se usaba ese jabón para lavar los platos, sólo se lavaban con agua caliente. Mientras que aprendieron a usar el jabón para lavar la ropa, como el que se obtenía de las plantas jaboneras, como era el caso de la cultura china.

Se empleaba el agua caliente y un paño para lavar los platos. Otras culturas también mezclaban arena u otros abrasivos como polvo de hueso de sepia para poder desincrustar los restos de comida. Lavaban en barreños o pilas, ya que el fregadero tal y como se conoce, apareció en el siglo XX. En cuanto a los utensilios para la limpieza, muchos han sido usados para lavar los platos, como es estropajo, la luffa, la planta escobilla o hierba estañera (conocida actualmente como cola de caballo), así como cepillos de cerdas, estropajos rudimentarios de cuerda de cáñamo, esparto e incluso mazorcas de maíz secas.

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A finales del siglo XVIII se aceleró la producción de jabón gracias al descubrimiento del químico francés Nicolas Leblanc, que en 1791 patentó un proceso para hacer carbonato sódico a partir de sal común. En 1823, por su parte, Michel Chevreul descubriría la síntesis de distintos ácidos grasos que componen el jabón. En 1861 Ernest y Alfred Solvay mejorarían la técnica de Leblanc, incorporando piedra caliza y abaratando la manufactura de jabón. Con ellos, nacieron los detergentes, que son químicamente distintos al jabón y tienen una propiedad particular: tienen el poder de peptizar, es decir, de dispersar de un sólido en un líquido, mientras que los jabones saponizan, emulsionan la suciedad en un líquido.

La siguiente revolución  en la historia vino en 1917 con la invención del estropajo metálico de manos de Edwin W. Cox. Mientras que en 1940 nació el detergente líquido para lavar los platos, fabricado por la empresa Teepol. En el año 1886, la inventora Josephine Cochrane creó el lavavajillas que se conoce en la actualidad.