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San Isidro: este es el origen de las rosquillas típicas de este día

Esta festividad se remonta al imperio Romano. La tía Javiera fue la impulsora de comer esta exquisita receta.

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Todos los 15 de mayo en Madrid se celebra la fiesta de su Patrón, San Isidro Labrador. Chulapas y chulapos, claveles y mantones de Manila pueblan las calles de la capital a ritmo de chotis en su día grande. Pero también existe una tradición gastronómica muy arraigada: la de comer rosquillas y beber limonada.

El origen de las rosquillas del santo se remonta al antiguo Imperio Romano, época en la que su elaboración se extendió a buena parte de Europa y de la cuenca mediterránea. En Madrid se volvió  todo un clásico comerlas durante las fiestas de San Isidro gracias a la Tía Javiera, personaje que puede que existiera, puede que no, pero que hoy forma parte del imaginario popular madrileño.

Rosquillas. Fuente: Pexels.

Las cuatro variedades de rosquilla que se elaboran en San Isidro, son a partir de una base similar que lleva huevos, azúcar, un buen aceite de oliva suave, harina y anís. La diferencia reside en la cobertura que se añade a cada una de ellas. Las rosquillas tontas son, quizá, las más sencillas. Tienen un sabor anisado y se bañan con un poco de huevo.

Uno de las rosquillas para San Isidro es la Santa Clara, están cubiertas de un merengue seco de color blanco. Se cuenta que fue una variedad que comenzaron a elaborar las monjas Clarisas, quienes las vendían en el convento para recaudar dinero para la orden.

Rosquillas. Fuente: Producción GastroLab.

Por último, las rosquillas francesas llevan una cobertura elaborada con almendra picada y azúcar. Parece ser que a Doña Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI, no le gustaban demasiado las rosquillas tontas porque las encontraba muy simples, así que pidió a su cocinero de la Corte que le preparase una versión un poco diferente para animarlas.