Ekaterina es el restaurante especializado en gastronomía de Rusia, que hace ya 20 años está en España. Genya Petrova, su propietaria explica que en realidad en su restaurante se elaboran platos de países rusoparlantes, porque la proximidad y la cultura compartida hace que las recetas no entiendan de fronteras y mucho menos de guerras.
Te podría interesar
A continuación te mostraremos como por ejemplo la sopa borsch o el salo y varenikis son delicias compartidas entre Ucrania y Rusia. Pero antes, te vamos a contar un poco más de Petrova y de cómo vive en la actualidad la guerra entre dos países queridos por ella.
En su local lucen los carteles que ella misma a colocado para marcar su posición y sentimiento hacia el conflicto bélico: No a la guerra, no a Putin. Una postura que no es fácil para ella, ya que supone renunciar a volver a su país en una buena temporada e incluso teme por la familia que le queda por allí.
A pesar de su postura en contra de la guerra, su negocio, ha sido víctima de ese sentimiento de rusofobia extendido durante las últimas semanas. Petrova, natural de la región de los Urales y que estudio en Ekaterimburgo, recuerda como las reservas empezaron a desaparecer y por redes sociales llegaban mensajes que les señalaban por rusos.
A continuación, vamos a mostrarte esa gastronomía que une a Ucrania y Rusia, que se elaboran en el local de Petrova.
Sopa borsch solidaria: es casi una broma de mal gusto al ver en su carta la sopa borsch solidaria. Es uno de los platos más conocido del recetario ucraniano y ruso, y durante estas semanas gran parte de su precio va destinado a ayudar a las asociaciones que están trabajando con los refugiados que huyen de la guerra.
De color rojo intenso, esta sopa de remolacha enlaza -nos cuenta- con su niñez en la zona norte de la entonces URSS. Hablar de cocina rusa en general es complicado por la extensión y variedad de climas: desde un norte más de verduras y tubérculos de invierno hasta zonas más mediterráneas.
Salo y varenikis: pero la borsch es uno de esos platos compartidos por muchos de los países que formaban la Unión Soviética. De origen ucraniano, se puede encontrar en los países bálticos y en casi toda Rusia también. Cuando rusos o ucranianos que viven en Barcelona lo echan de menos, apunta, suelen acercarse por el restaurante. Hasta hace poco, aquí no se hablaba de política y el idioma y sabores compartido era lo único que contaba.