La almendra es el fruto del Prunus dulcis, mejor conocido como almendro. En el país podemos conseguir distintos tipos de almendras como la Marcona, que es la variedad más conocida e incluso la preferida para hacer turrones, o la almendra mollar. Este fruto seco es utilizado en la gastronomía en múltiples de recetas, ya sea para preparar mazapán, turrones, helados, tortas, e incluso para darle un toque crocante a las ensaladas. También es uno de los ingredientes principales de los postres de la gastronomía italiana, griega y musulmana.
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La almendra es una gran fuente de energía, ya que concentra proteínas, grasas, hidratos de carbono y minerales. Es rica en vitaminas E y B, lo cual la terminan convirtiendo en un fuerte y poderoso antioxidante para combatir los radicales libres. Además, contiene hierro, fósforo, potasio, magnesio, zinc y una dosis más que considerable de calcio.
100 gramos de almendras nos aportan 21 de proteínas, prácticamente más que la misma cantidad de carne, lo que contribuye al correcto funcionamiento de nuestras células. Estas proteínas vegetales son las responsables de la sensación de saciedad que sentimos cuando las ingerimos.
Por otro lado, la almendra también contiene ácidos grasos esenciales, los cuales ayudan a proteger nuestro sistema cardiovascular. Además, está compuesta por hidratos de carbono que son de lenta absorción, lo que nos proporciona energía a largo plazo sin alterar nuestros niveles de azúcar.
Y como si todo esto fuera poco, las almendras en su justa medida, no engordan, y en muchos casos contribuyen a la pérdida de peso. Es por eso que, junto con otros frutos secos, suele ser uno de los primeros alimentos recomendados en una dieta. Además, su ingesta también mejora el funcionamiento del sistema inmunitario y aumenta nuestras funciones cerebrales, manteniéndonos más lúcidos y activos.