Sabemos que la mayoría de nosotros, en más de una ocasión, ha tenido la duda de si nos estamos refiriendo a una mandarina o a una clementina. Es por este motivo que en este artículo, queremos contarte cuáles son las diferencias entre estas dos frutas que por afuera lucen extremadamente similares. ¡Empecemos!
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Las clementinas, que son híbrido entre la mandarina y la naranja dulce, son fáciles de pelar, tienen un gusto más dulce que la mayor parte de los cítricos y no suelen contener semillas en su interior, lo cual representa una de las diferencias más importantes que las destaca entre las otras frutas de su género.
Desde el punto de vista nutricional, las clementinas poseen un gran aporte de vitamina C y una cantidad elevada de fitoquímicos con capacidad antioxidante. En lo que a energía se refiere, hablamos de un aporte de unas 50 calorías por cada 100 gramos de alimento; casi todas ellas procedentes de los carbohidratos. También cuentan con fibra, así como con alguna vitamina del grupo B y hasta son fuente de agua, necesaria para garantizar una buena hidratación.
Las mandarinas, a diferencia de las anteriores, tienen la piel más pegada a la carne, por lo que pueden ser más difíciles de pelar, tienen un sabor más ácido y concentran semillas o pepitas en su interior. Es un alimento cuyo cultivo es mucho más antiguo que el de las clementinas, las cuales se comenzaron a recolectar, recién en el siglo XIX en Asia.
Poseen vitamina C, aunque no tanta como las clementinas y las naranjas, pero tienen mayor presencia de betacaroteno o provitamina A, ácido fólico y pequeñas dosis de B1, B2 y B6. También aportan calcio y magnesio y, en menor cantidad, hierro y cinc y fósforo. La fibra de la mandarinas, ayuda a prevenir el estreñimiento, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer de colon.