A pesar de su fama poco saludable, las patatas fritas son uno de los alimentos más preferidos y consumidos en el mundo. Ya sea como guarnición o simplemente como plato principal para el picoteo, van bien con casi cualquier bebida y temperatura. Claro que existen trucos para hacerlas más crujientes por fuera y cremosas por dentro.
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La patata frita es uno de los alimentos que es demonizado en las dietas por su alto contenido calórico, pero siempre que su consumo sea moderado y ocasional, no debería presentar riesgos para la salud. Eso sí, es mejor tener en cuenta que siempre será mejor consumir este tubérculo al vapor, a las brasas o al horno, ya que de esas maneras absorberá menos aceite y, por lo tanto, menos grasas.
Por qué hay que remojar las patatas antes de freírlas
Antes de freír las patatas (o cualquier otro tubérculo), puedes aplicar una maniobra para que queden perfectas: dejarlas en remojo. Esto quiere decir que una vez que las cortes en bastones o en la forma que te apetezca, las debes sumergir en agua unos minutos para quitarles el almidón. Esto dará como resultado, una comida mucho más crujiente, pero cremosa por dentro.
Al perder el almidón, el tubérculo queda en un mejor estado para la fritura. La razón es que se reduce bastante la cantidad de aceite que terminan absorbiendo las patatas fritas. Y además, de esta manera evitas que se peguen durante el proceso de cocción.
Lo importante del procedimiento de remojar las patatas es que luego les quites el exceso de agua y las seques muy bien con papel absorbente para evitar riesgos de salpicaduras o quemaduras cuando entren en contacto con el aceite a la hora de freírlas. Y otro punto a considerar es que para un mejor resultado, hay que freír los bastones en dos tandas. La primera debe ser larga y a 160°C y la segunda mucho más corta y a 180°C.