El aceite representa un papel protagonista en la gastronomía española. Sin embargo, lo cierto es que la preparación de determinados alimentos o recetas nos “piden” la utilización uno u otro tipo aceite. Veamos a continuación qué variedades son las mejores para cada comida.
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De menos a más. El aceite de girasol hasta hace unas semanas, cuando estalló la guerra de Ucrania tras la invasión de Rusia, era la alternativa de aceite más barato en España. De sabor suave y menor aporte nutricional que otras variedades, el aceite de girasol se suele utilizar para alimentos empanados o rebozados, para freír y hasta en bizcochos. Contiene más ácidos grasos poliinsaturados, por lo tanto, es menos saludable que otras variedades que veremos a continuación.
Aceite de oliva y oliva virgen. Subimos un peldaño y nos encontramos con la variedad económica del aceite de oliva virgen extra. Estas alternativas presentan mayor acidez y resultan de una combinación de aceites refinados y vírgenes o vírgenes extra. Este proceso hace que ciertas propiedades nutricionales se pierdan en estos alimentos y su precio, por tanto, sea menor. Podemos utilizarlos en aquellas recetas o comidas donde no busquemos destacar el sabor del aceite y no permite ahorrar costes a la hora de hacer la compra.
El oro líquido. Siempre que nuestro prepuesto lo permita el aceite de oliva virgen extra será la mejor opción. Este aceite se elabora a partir del zumo de aceitunas que pueden aportar un sabor mas suave, en sus variedades arbequina u hojiblanca, o de mayor carácter, si hablamos de picual o cornicabra.
El aceite de oliva virgen extra es omnipresente en nuestra gastronomía y frente al mito de que no está indicado para freír, también podemos utilizarlo para este fin. No obstante, si realmente queremos disfrutar de todo su sabor debemos emplearlo especialmente en platos o alimentos donde su uso sea en crudo como ensaladas, cremas o sopas frías y tostadas.