Los calçots son una hortaliza que se cultiva en Cataluña y que en el último tiempo se ha convertido en un referente y distintivo gastronómico. A pesar de que tiene un origen algo difuso sí es cierto es que los calçots se han popularizado en el mundo entero. Pero, ¿qué sabemos de ellos?
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En cuanto a su forma y color, los calçots es un alimento, parecidas a las cebollas blancas, pero alargadas. Su nombre proviene de 'calzar la tierra', en alusión a la particular forma de cultivarlas de la que deriva su curiosa forma. Porque el tallo de unos 20 centímetros que caracteriza al calçot no es fruto de la casualidad, sino el resultado de una técnica de cultivo que consiste en, una vez está plantado, ir cubriendo de tierra, es decir, calzando la superficie para que, en busca de la luz solar, el calçot crezca alargándose hasta alcanzar el tamaño indicado.
De esta manera nace uno de los productos característicos de Cataluña que cuenta con la distinción de Indicación Geográfica Protegida (IGP). Su temporada suele dar comienzo en noviembre y finalizar hacia el mes de abril, por lo que el invierno y la primavera suelen ser épocas en las que abundan las calçotadas, reuniones en tono festivo y de celebración en las que este alimento es el protagonista gastronómico.
Es importante destacar, que se trata de un alimento supersaludable, que contiene mucha agua, así como fibra y otros minerales (calcio, fósforo) y vitaminas B, C y E. Además, es rico en ácido fólico y cuenta con un aporte calórico muy bajo.
Manual para comerlos
Aunque nunca los hayas probado, seguramente los conoces gracias a su particular forma de comerlos, en la que es muy habitual mancharse, aunque para evitarlo suelan utilizarse guantes y babero. Pero, ¿por qué? Básicamente porque no se comen con cubiertos. Sino más bien se utilizan las manos y con la cabeza hacia arriba, siendo esta la principal gracia de los calçots. Éstos se cocinan a la parrilla, con las brasas a fuego vivo, y una vez hechos y reposados entre periódicos, llega la hora de consumirlos en la que no puede faltar la salsa romesco como acompañante.
Pero entonces, ¿cómo los comemos? Debemos agarrar con una mano las hojas centrales y con la otra retirar hacia abajo las hojas, de forma que quedará al descubierto la parte blanca comestible, que mojaremos en salsa para levantar la cabeza y comerlos de forma vertical.