La cerveza es una de las bebidas que sirven como excusa perfecta para brindar con amigos u otros seres queridos. Va bien con los platos frescos de verano y las variedades con más cuerpo sientan excelente para los días de bajas temperaturas. Lo cierto es que este líquido tiene varias formas de comercializarse, pero dos de las más comunes son la lata y la botella.
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Pero también es cierto que, si bien el producto es el mismo, pueden cambiar algunas de sus características en el proceso de envasado. Aquí es donde se explica la diferencia entre una cerveza en lata y la de botella, ya que en el recipiente alargado y alto, el oxígeno se puede desplazar más fácil. Esto hace que se pueda taponar sin problemas.
En cambio, la lata donde se comercializa la cerveza tiene una boca bastante más ancha que el cuello de la botella, entonces se presenta mayor dificultad para taponar esta bebida en ausencia del oxígeno. Esto da como resultado que se oxide más rápido el líquido dentro de este envase y que puedas sentir ese temido “sabor a metal”.
Otro de los aspectos a tener en cuenta cuando se compara la cerveza de lata con la de botella, es que en el segundo envase claramente se percibe más gas. Y esto se debe a que, al verter la bebida en un vaso, inevitablemente se pierde este elemento característico del líquido. Los fabricantes tienen en cuenta este modo de beberla.
En definitiva, lo mejor será lo que prefiera el consumidor. Porque en el caso de las botellas, la luz y la temperatura pueden jugar en contra para almacenar la cerveza. Aspecto que en las latas no sucede, ya que bloquean cualquier tipo de longitud de onda. Y en el caso de que seas un bebedor que toma muy en cuenta la temperatura de este líquido, el último material favorece los procesos de enfriamiento o calentamiento mucho más que el vidrio.