A la hora de hablar del café perfecto se deben contemplar varios aspectos y componentes de esta bebida, uno de ellos es la espuma, pero no la que se genera aparte y se coloca en la superficie del líquido, sino la que se origina en el proceso intrínseco de su preparación.
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Es por ello que los científicos en la materia estudiaron las propiedades de esta bebida para entender cómo se obtiene el espresso perfecto con la espuma adecuada. Esta consistencia de burbujas sobre una capa líquida se compone y se forma básicamente por dióxido de carbono. Y este elemento se origina en un proceso específico del café: el tostado.
El dióxido de carbono se genera en la etapa de tostado del café y se traduce en un “encierro” del elemento dentro de toda la estructura química de la bebida. El espresso perfecto, según la ciencia, debe contener por lo menos el 10% de espuma del volumen total del líquido. Es de esta forma que esa capa retiene los aromas característicos del café y sus sabores.
El café perfecto debe contener espuma porque cumple la función de contribuir a retardar el enfriado de la bebida desde su superficie y contacto con el aire. Pero para llegar a su correcta formación, deben asegurarse algunas condiciones químicas en su elaboración, específicamente en el proceso de tostado. Allí los granos de café se someten a gases de combustión muy calientes (superiores a 200°C).
El sabor, olor y textura característica del café depende del proceso de tostado. Allí es cuando se origina el dióxido de carbono que será clave en la formación de la espuma de un café perfecto. Ese componente se libera en el procedimiento de molienda: entre esta etapa y la elaboración de la bebida en sí, no debe pasar mucho tiempo para lograr la espuma adecuada, según la ciencia. Lo ideal es que no pase más de media hora, por eso asegurarse un molinillo será una buena inversión para disfrutar un delicioso café espresso.