El vermut nació con el objetivo de juntar gente. Nada mejor que beber esta delicia entre amigos, familias y por supuesto con unas comidas que deleiten el paladar. Por eso, no hay que fallar a la hora de prepararlo.
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En estos últimos tiempos, el vermut pasó de aperitivo castizo con solera en una taberna a bebida de moda. Los datos y lo que vemos cada domingo en los bares coinciden: el consumo crece y la producción también. Detrás de este boom, está lo de siempre, el interés de las nuevas generaciones.
La hora del vermú es muy española, tenemos el aperitivo incrustado en nosotros de serie, y nos encanta acompañar con unas patatas fritas, unos encurtidos, frutos secos, una lata de mejillones. Por eso, debes saber que el vermú rojo está hecho con vino tinto o rosado, es dulce en el paladar pero con especias más amargas. Es el más elegido en nuestro país.
En el caso del vermú blanco, si en España nos gusta el rojo, por lo general el resto del mundo elige el blanco. Es más azucarado y menos amargo, con toques cítricos que le aportan frescor. También se puede elegir un rico vermú rosado pues, es muy suave y ligero, se trata de una mezcla de los anteriores, pero con un punto de notas florales.
Y uno que no es muy conocido y lleca una combinación especial como es el vermú seco. Es el más amargo y se caracteriza por sus matices frutales. Se suele usar también para crear cócteles, así que es probable que lo hayas probado en alguna combinación anterior.