El Feng Shui es un antiguo sistema filosófico chino de origen taoísta que está basado en la ocupación consciente y armónica del espacio. Su propósito es lograr una influencia positiva sobre las personas que lo ocupan. Es parte del conocimiento misterioso de la cultura del país asiático, que trata sobre cosas enigmáticas, secretas e imposibles de ver.
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La cocina es un lugar mágico y muy especial de la casa, por ello se dice que si se encuentra bien aprovisionada será sinónimo de abundancia, riqueza y bienestar. Para que esto suceda se torna indispensable elegir una tonalidad acorde y colocar los muebles que la componen de modo tal que la energía fluya, al compás de las recetas.
Los cinco elementos que intervienen en la filosofía china del Feng Shui son: tierra, metal, agua, madera y fuego. Cada uno de ellos es indispensable para poder lograr la sinergia y el equilibrio necesario, haciendo que la energía fluya a lo largo y ancho de nuestro templo culinario, para el placer de los comensales.
Los objetos y colores deben estar correctamente distribuidos, por lo cual es necesario que el agua y el fuego estén distanciados, o bien colocar algún elemento de metal o de madera para lograr un equilibrio. El Feng Shui también invita a dejar fuera de la vista los cestos de basura, tanto por estética como por creencia. Del mismo modo que las estufas nunca deben estar al frente o al costado de la puerta de un ambiente o, como alternativa, situar un espejo en la pared en donde esté el fuego. Además, utiliza de forma alternada todas las hornallas de la cocina para que la energía surja armónicamente.
Para esta cultura china los colores caracterizan a los ambientes. Los tonos blanco y beige aportan paz, tranquilidad y sosiego, pero también hacen que la iluminación de la cocina sea más natural. El verde y sus tonalidades se relacionan con la fortaleza económica y combinan perfectamente con tonos más luminosos relacionados con la prosperidad. En tanto el color rojo va de la mano de la ira y la excitación, por lo cual no son aconsejados. Tanto el amarillo como el naranja otorgarán cordialidad y calidez al dueño de la cocina y a sus invitados; provocan el apetito más fácilmente. La gama de los azules son propicios para lograr una mejor comunicación dentro del ámbito familiar.