El almíbar despierta a partes iguales simpatías y rechazos. Hay quienes desean sus postres, dulces o bizcochos llenos de almíbar, sentir toda es intensidad del azúcar y los dedos embadurnados por completo de este jarabe. Y, otros que, por el contrario, lo primero que hacen es quitarlo porque les resulta empalagoso. Vamos a dedicar nuestra atención y consejos al primer grupo de personas, a los amantes del azúcar líquido.
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El almíbar es algo tan sencillo como un jarabe que se forma a partir del azúcar y el agua. Se utilizar como perfecto acompañamiento de tortita, tocino de cielo, sorbetes o hasta algunos merengues. La leyenda cuenta que su origen no fue más que un despiste de miembros de la realeza árabe que dejaron accidentalmente azúcar cociéndose y al regresar descubrieron este jarabe. Para preparar el perfecto almíbar debes conocer una serie de consejos.
No es una receta para ansiosos. La cocción de este jarabe debe ser progresiva, comenzando a fuego lento y una vez que el azúcar se ha fundido elevamos la temperatura hasta conseguir el punto deseado del almíbar. Este consejo es fundamental para conseguir el almíbar perfecto.
En la delicadeza está la clave. Debemos intentar además no remover el líquido durante su elaboración y a la vez evitar que se cristalice en las paredes del cazo. Como segundo consejo te recomendamos utilizar un pincel remojado por lo bordes del recipiente durante todo el tiempo de cocción para ayudarnos en el proceso.
Olvídate de medir a ojo. Las cantidades de azúcar y agua deben ser algo precisas, este es nuestro último consejo: el doble de azúcar que de agua, así podrás conseguir un almíbar perfecto. Aunque es verdad que esta regla puede variar en función del uso que daremos posteriormente al almíbar, ten en cuenta estas medidas y aplícalas a la cantidad que necesites.