No importa de qué lado del mundo estés, las patatas fritas se elaboran de forma casi idéntica: cortando los tubérculos en bastones, friéndolos en aceite caliente hasta que queden bien dorados y luego condimentándolos con sal. Los acompañamientos son infinitos: salsas, aderezos, cremas o simplemente especias o hierbas picadas por encima.
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Las patatas fritas suelen ser la guarnición perfecta de hamburguesas, carnes rojas, de ave y muchos pescados. El mundo ha sido agasajado con muchas versiones de este alimento en la industria: saborizadas, con diferentes cortes o sin gluten. Por solo mencionar algunas. Claro que de estas maneras, el tubérculo se prepara en forma de rodajas muy finas.
¿Por qué es mejor hacer patatas fritas con piel?
La respuesta a esta pregunta se divide en dos partes. La primera deriva del hecho de que la piel de estos tubérculos es baja en sodio y grasa, y además tiene más cantidad de fibra que la propia pulpa. Esto significa que comer una patata con cáscara potenciará sus nutrientes, te saciará más y beneficiará más a tu intestino.
¿Por qué dejar la piel en las patatas fritas?
La segunda razón para cocinar patatas con cáscara de esta manera, se traduce, según la información brindada en La Vanguardia por el nutricionista Aitor Sánchez, en la protección que le otorgará a la pulpa en el proceso de fritura. Es decir, la piel del tubérculo hará de escudo para que absorba menos aceite y se genere menos acrilamida.
Esta sustancia es tóxica en grandes cantidades y se origina cuando los hidratos de carbono y los azúcares de los alimentos se someten a altas temperaturas. Es muy común la generación de acrilamida cuando se asan productos a la parrilla o en las tostadas, por ejemplo. Es por eso que conservar la piel de la patata frita en el proceso de cocción, siempre será una buena opción. Pero con una condición: que esté limpia y libre de suciedades o restos de tierra.