¿Quién no tiene un horno microondas en su casa? La mayoría de las personas en la actualidad poseen un aparato de estos en la casa. Fundamentalemente porque nos facilitan y agilizan la preparación de alimentos en la vida diaria. Su comercialización arrancó allá por la década de los 60 y se ha extendido masivamente por todo el mundo.
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El primer horno microondas que se vendió comercialmente costó unos 5.000 dólares, medía 1,60 de altura y pesaba unos 80 kilos. En la actualidad este electrodoméstico puede comprarse por menos de 100 dólares, pesa entre 10 y 15 kilos y mide unos 50 centímetros de alto.
En pocas palabras, el aparato en la actualidad se ha vuelto muy accesible para muchos y facilita la vida de quienes tienen poco tiempo para cocinar o calentar los alimentos de forma convencional, así como para quienes llevan sus almuerzos o cenas a sus lugares de trabajo.
El electrodoméstico entonces ya tiene más de 70 años sometido a pruebas e investigaciones y, hasta el momento, su uso no se ha asociado a enfermedades específicas que puedan surgir debido a su empleo excesivo en el calentamiento o cocción de las comidas.
Sin embargo, siempre existe un pero. El horno microondas no es el electrodoméstico perfecto pues no todos los alimentos salen ilesos de su corta pasantía por su interior debido a que algunos pierden nutrientes, otros salen dañados y algunos convertidos en una pasta o chicle incompatible con la mayoría de los estómagos humanos. Además, se ha determinado que los microondas son tremendamente contaminantes y contribuyen de forma activa con el calentamiento global.
La Universidad de Harvard explica que para cocinar los alimentos, este horno emplea ondas de energía similares a las de la radio, pero más cortas. Se trata de ondas muy selectivas que afectan en especial al agua y otras moléculas que vibran y generan calor debido a que son asimétricas eléctricamente, es decir, tienen una carga positiva en un extremo y negativa en el otro. Ese calor se extiende a moléculas cercanas y eleva la temperatura de la comida que está contenida en ese sistema.
Se advierte que las vitaminas C y las pertenecientes al complejo B, que son solubles al agua, pueden verse afectadas por el calor y su presencia puede desaparecer del alimento que las contenga, y esto pasa, no solo usando el microondas, sino también al hervir la comida. Es por esto que desde la Universidad de Harvard lo expertos recomiendan cocinar los alimentos que contengan estas vitaminas con muy poca agua, o al vapor, y por poco tiempo.
Entre los alimentos que pierden nutrientes en el microondas se destacan: la leche, puede perder hasta 40 % de la vitamina B12; mantequilla y margarina; pierden prácticamente todo valor proteico en el microondas. Los mariscos, no se ha descrito cuál es el proceso químico que sufren pero los chef aconsejan no introducir mariscos y crustáceos en el microondas porque se “plastifican”. Y por último la pizza, es otra comida que pierde textura y calidad cuando se recalienta en el microondas pues su estructura se hace “chiclosa”.