Preparar una taza de té pareciera ser una tarea realmente muy fácil y rápida. Ponemos a hervir un poco de agua, vertemos en una taza, sumergimos el saco de té y esperamos unos segundos, o minutos, para disfrutar de esta infusión milenaria. Sin embargo la cosa es tan simple como creemos.
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Lo cierto es que para disfrutar de todo el sabor del té, la segunda bebida más consumido del mundo, deberíamos saber que las distintas variedades esconden secretos en su preparación. Y además, deberíamos evitar algunos costumbres que realmente no hacen más que desmejorar la calidad de nuestra infusión.
Uno de los errores más comunes es retirar el saco de té y estrujarlos con la cucharilla. Según los especialistas lo único que logramos es extraer la parte más concentrada y desagradable del té. Tampoco tiene ningún sentido pasarse el rato metiéndola y sacándola del agua porque no sirve para nada.
Pero hay mucho más y tiene que con el tiempo perfecto que debes dejar la bolsita de té en el agua. Si bien es cierto que para las hierbas medicinales, como la manzanilla, poleo, tomillo y otras similares, incluso el rooibos, se puede alargar hasta 5-7 minutos el tiempo de reposo, es definitivamente excesivo para el té. Esto solo puede valer para el té blanco, que al estar poco oxidado, tarda más en transmitir su sabor, aroma y color al agua.
En cuanto al té negro, esta variedad solo necesita un tiempo de entre 3 y 5 minutos, aunque la reportará más alta, casi 100 grados. Si se deja mucho más aumentará la cantidad de teína que libere y también los taninos, unas sustancias astringentes que amargan la bebida. Ahora bien, si se va a tomar con leche o azúcar se puede esperar un poco más porque suaviza el sabor. Y también si a alguien le gusta realmente fuerte.